11 de enero de 2011




Y es que en esta vida vamos demasiado despacio.


No se por qué razón, pero el tiempo pasa rápido, y nosotros vamos muy despacio; nos da tiempo a fijarnos en la mayoría de las cosas que suceden anuestro alrededor.


Nos damos cuenta de todo absolutamente: esa pareja de quinceañeros que sale a pasear el perrito de ella cada mediodia cuando llega de clase; esa chica que llega cada día a la misma hora, deja el coche en la cochera, sube a su casa, y vuelve a bajar una hora después para volver a ir a trabajar; ese hombre que para en el bar a tomarse su cervecita antes de irse a casa a comer; la mujer que vuelve de recoger a su hijo del colegio; ese árbol con forma de persona; esa farola de tu calle que no enciende; el coche que siempre encuentras mal aparcado; la tienda de teléfonos que siempre tiene gente; la puerta del instituto llena de colillas, pipas...




Vamos demasiado despacio.


Tal vez es la velocidad que debemos llevar, y no me gusta.




Volvemos la mirada atrás... y pensamos en que no debimos haber seguido adelante.


No hay marcha atrás, sólo hay un camino.